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Antropofagia. El gusto de la carne humana

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Antropofagia. El gusto de la carne humana Empty Antropofagia. El gusto de la carne humana

Mensaje  !!Mitchi!! Vie Jun 13, 2008 8:29 am

Hubo aquella noche
para los Tlaxcaltecas gran banquete de piernas y brazos, porque sin los
asadores que hacían de palo hubo más de cincuenta mil ollas de carne
humana. Los nuestros lo pasaron muy mal porque no era para ellos aquel
manjar...

La práctica del canibalismo se pierde en la noche de
los tiempos. Existía mucho antes de que los españoles llegaran al
Caribe, y la raíz del término fuese desvirtuada:
carib-calib-canib=caníbales. Antaño existían dos motivos por los que un
ser humano decidía comerse a otro: por hambre (pueblos primitivos) o
debido a un ritual (pueblos más avanzados).

En Sudamérica hay
pruebas de la existencia de un canibalismo tanto gastronómico como
ritual. En los casos de canibalismo ritual únicamente se invitaba a los
mandatarios y a los parientes. En el valle del Cauca (Colombia) el
canibalismo no tenía connotaciones religiosas y esta práctica se
extendió en emplazamientos en los que existían abundancia de alimentos
de origen animal y cereal. El investigador González Torres defiende que
el canibalismo se producía en numerosas áreas simplemente por el mero
gusto de consumir carne humana.

En Australia, debido a la
extrema escasez de alimentos, se dieron frecuentes casos de
endocanibalismo, esto es, que en ocasiones las madres se comían junto a
sus hijos, al bebé que acababa de nacer. Otros lugares donde se dio
antropofagia fueron las islas Salomón, las paradisíacas Fiji, en Nueva
Guinea, donde los papúas metían a los muertos en cabañas y una vez que
se habían llenado de gusanos los devoraban. También en el archipiélago
de Nueva Irlanda y en multitud de otras tierras.


Canibalismo ritual

El
sacrificio humano era un rito tendente a conseguir un fin. Se trataba
de una acción simbólica, mediante la cual se creía posible intervenir
en el mundo de lo sobrenatural. Al matar a una persona de forma
violenta, siguiendo un ritual, los sacrificadores estaban convencidos
de que se producía la liberación de una energía que si era manejada por
las personas elegidas –sacerdotes, reyes o altos mandatarios- podía ser
encauzada para conseguir beneficios personales o para la comunidad.

Esta
creencia se ha producido en numerosos pueblos y los nombres que se le
ha dado a esa “energía” son distintos: Mana (Polinesia), numen (romanos
primitivos), teótl (mexicas), etc. Para conseguir recargar el mana,
había que introducir un nuevo elemento: el alimento, consumiendo partes
específicas del cuerpo de la víctima. La sangre era uno de ellos pero
otras partes cargadas de mana serían el corazón, la cabeza, los
muslos... Los reyes y sacerdotes tenían más mana. En el caso del
canibalismo ritual era necesario que éste se celebrara en determinadas
condiciones. De no ser así, dejaría de ser aceptado por la comunidad
para convertirse en un crimen.


El privilegio de la sangre

Los
mexicas, tras las guerras, retiraban los cadáveres de los suyos del
campo de batalla. Esta era una forma de preservación ante el hecho de
que otros pueblos pudiesen comerse a sus compañeros, lo que era
considerado como un insulto. En Centroamérica el canibalismo ritual era
un privilegio destinado a unos pocos, los guerreros tequihua. Los niños
y cautivos eran despedazados y se repartían sus trozos entre los nobles
y los dirigentes de la guerra. Según Oviedo, a Motecuhzoma le servían
carne humana entre los más de tres mil platos que se le presentaban
como manjares más preciados.

Sin embargo, para muchos pueblos
existía un tabú a la hora de comerse a un pariente, a alguno de su
propio grupo étnico o a un enfermo contagioso. El asco no lo provocaba
el consumo de la carne humana, sino el conocer que el cadáver que
habían devorado fuese un miembro de su propia comunidad.


Cómo y de qué forma

El
cadáver de la víctima se repartía en tantas partes como guerreros
habían participado en su captura (un máximo de seis). Los muslos y
brazos eran muy apreciados. También las manos y los pies eran según
parece muy sabrosos. Las cabezas y corazones sólo podían ser ingeridos
por los sacerdotes. En Shekiam (Senegal), estaban persuadidos de que si
el rey o el sacerdote comía el corazón del guerrero más valeroso
capturado, supuestamente adquiría esa cualidad: la valentía, en este
caso. La sangre estaba destinada a los dioses y no se ingería. Sólo
aquellos pueblos más primitivos lo hacían.

Según la víctima, la
preparación gastronómica era diferente. Los mexicas, por ejemplo, la
solían cocinar con maíz y sal. Pero los prisioneros y los niños
ofrecidos a la deidad Tlaloque eran preparados con tallos de calabaza y
flores. En las sociedades más primitivas la carne se repartía entre
todos (no había ritual) y cuan mayor era el nivel cultural aumentaba
proporcionalmente la jerarquización en el reparto.


Caníbales sin saberlo

Fritz
Aarmann fue decapitado en Alemania el 20 de diciembre de 1924, después
de haber cometido un número tan elevado de crímenes que ni tan siquiera
él era capaz de recordar con exactitud cuántos. Después vendía la carne
de los niños. Georg Grossmann, compatriota de Arman, tampoco pudo
cifrar el número de asesinatos que cometió –se calcula que unos
cincuenta- aunque lo que sí se conoce es lo que hizo con los cadáveres:
los convertía en “perritos calientes” que él mismo vendía en la
estación de ferrocarril en la que trabajaba.

El caso de Kate
Webster no deja de ser aún más curioso. Después de matar a la señora
para la que trabajaba con un hacha de partir carbón, la despedazó
ayudándose de una sierra especial para carne y se deshizo de las piezas
mayores tirándolas a un río o quemándolas. Hecho esto, coció las partes
más “substanciosas” de las que extrajo la grasa, que embotelló y vendió
a un restaurante como aderezo de los platos.

En septiembre de
1994, ocho personas comieron el hígado de un hombre en Campiñas
(Brasil), después de que su asesino lo hubiera vendido al restaurante,
y los dueños –ajenos a su procedencia- lo prepararan con ajo, cebolla y
pimienta. Lo llamativo es que los clientes comieron a placer y sólo
únicamente después de saber que lo que habían consumido era carne
humana se escandalizaron.


Caníbales contemporáneos

En
la década de los ochenta, Jean-Bedel Bokassa, Emperador de África
Central, fue derrocado. Después de trece años de dictadura fue acusado
de genocidio y de canibalismo. Los testigos que entraron en su suntuoso
palacio declararon haber encontrado en los congeladores cadáveres
humanos a los que les faltaban varios miembros. Pero Bokassa huyó y se
escondió rodeado de guardianes que velaban por su seguridad. Nadie
sabía dónde estaba hasta que el periodista Ronald Koven le localizó en
Costa de Marfil, viviendo a cuerpo de rey. En una entrevista concedida
a este periodista, no sólo reconoció sin tapujos haber practicado la
antropofagia sino que incluso acusaba a Giscard D´Estaing de lo propio.

Posiblemente
Jeffrey Dahmer, el “carnicero de Milwaukee”, uno de los asesinos más
espantosos que ha conocido la historia criminal, buscara algo parecido
al mana cuando violó, asesinó, bebió la sangre y se comió, entre otras
partes del cuerpo, los cerebros de diecisiete jóvenes. Al preguntarle
en concreto sobre este particular explicó: “Me hacía sentir que pasaban
a ser permanentemente parte de mí, aparte de la curiosidad de saber
cómo eran”. El caso de Dahmer merece reflexión, ya que poco después de
estas declaraciones realizadas a la NBC desde la prisión –donde había
propuesto a varios reclusos formar un grupo de “caníbales anónimos”-
otro preso, Christopher Scarver, convicto de 25 años que se consideraba
el hijo de Dios y receptor de supuestos mensajes telepáticos, decidió
hacer justicia y matar a Dahmer en 1994.

Pero hay muchos más
casos: Henry Heepe mató a su madre de setenta y siete años en 1994 y
cocinó un guiso con ella, por considerar que era un “vampiro
diabólico”, que poseía dos corazones que latían simultáneamente. George
Hasselberg confesó en 1995 haberse comido las entrañas de su amante
octogenario. Al ser interrogado declaró “Jamás pensé que podría haber
llegado a este extremo”. Filita Malishipa, natural de Zambia, fue
condenada en 1995 a seis meses de prisión tras confesar haberse comido
a siete de sus hijos, con la ayuda del “demonio”, en el transcurso de
un ritual de magia negra.

Francisco García Escalero, acusado de
cometer once asesinatos, resultó absuelto en 1995 tras declarársele no
responsable de sus actos. El llamado “mendigo psicópata”, reconoció
haberse comido el corazón de algunas de sus víctimas. El llamado
“carnicero de Rostov” fue condenado en 1992, declarado culpable de
asesinar y comerse a 53 personas. Seis meses después, en mayo de 1993,
se descubría en Rusia a un nuevo criminal. Fue bautizado por la prensa
como Miklujo-Maklai, nombre de un célebre explorador y etnógrafo ruso
de finales del siglo XIX, que recorrió lugares como Papúa Nueva Guinea.
El sobrenombre se le puso porque asesinó al menos a veinticuatro
mujeres y otros tantos hombres, siguiendo exóticos rituales de las
etnias del Pacífico.

Alexander Spetitsev mató y se comió a
ochenta personas en Siberia. Después de tres años en un psiquiátrico,
los médicos consideraron que se había curado, le soltaron y se empeñó a
fondo en la práctica de la antropofagia con la ayuda de su hermana y su
madre.
!!Mitchi!!
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